El relojero sin reloj I Entrevista con Abundio Luque, miembro de Apalim

Jesús Martínez

«Somos la selección de un país.»

En la película 42 segundos (Àlex Murrull y Dani de la Orden, 2022), los waterpolistas Manel Estiarte (Álvaro Cervantes) y Pedro García Aguado (Jaime Lorente) liman asperezas para nadar juntos hacia un objetivo común. Lamentablemente, en los Juegos Olímpicos de Barcelona’92, la selección española de waterpolo quedó segunda frente a la fullera Italia.

La bandeja en la que los jugadores recibieron las medallas de plata la guarda en su particular arcón de los trofeos el vecino de La Marina Abundio Luque (Lucena, Córdoba, 1956).

«Me obsequiaron con aquella bandejita. Yo trabajé en el dispositivo de seguridad en los Juegos, unas semanas extraordinarias. Incluso coincidí con el líder Nelson Mandela, que aún no era presidente de Sudáfrica. Le estreché la mano», se enternece Abundio, que comparte con el artífice del fin del apartheid unas mismas cualidades: comprometido con las causas justas, ecuánime para trazar la red de puntos de encuentro, autodidacta para convertirse en hombre de días y flores, como cantó el cubano Silvio Rodríguez.

Abundio Luque, que reside en el barrio de Estrellas Altas, forma parte de la asociación Apalim, integrante de la Unió d’Entitats de La Marina. Tal y como se presentan: «Grup de pares i mares de La Marina. Nosaltres sortim en grup només a Carnaval. A més a més, individualment, ajudem a les activitats del barri de La Marina».

Las madres y los padres de Apalim ya se están reuniendo para preparar el Carnaval 2023, que celebrará la rúa el sábado 18 de febrero.

«Hemos decidido que iremos vestidos de época, años treinta y cuarenta. Quizá me vista de gánster de Chicago», se ríe levemente, sin ruido.

Quizá se ponga uno de los relojes de cuerda de su colección, un Hampton de «caja de acero, esfera de opalina y con índices dorados remachados» (Tiempo de relojes).

De oficio, Abundio Luque es relojero. Entró de aprendiz en la Joyería Elisenda, en Horta-Guinardó.

«Empecé como joyero, me daba morbo el oro. Pero me atraía más el mecanismo de los relojes, cómo se podían desmontar y devolverles la vida», se acelera, extendiendo los dedos de las dos manos para reforzar las palabras. «Engrasaba los muelles y los oía respirar.»  

Reloj de cuerda

Según la teoría de la relatividad, el tiempo podría ir hacia atrás. Cada vez que Abundio da cuerda a uno de sus relojes, retrocede al pasado, lubricando los trenes de rodaje a los que se subió y revisando las ruedas de escape.

Da cuerda al reloj. Se acuerda de las veces que se ha manifestado con los compañeros de la Marea Pensionista de La Marina. «Solo somos seis personas los que la componemos, la gente se ha ido acomodando.»

Da cuerda al reloj. Se acuerda de los teléfonos de una de las primeras empresas de telefonía móvil en España, Airtel. «Aún guardo uno de esos artilugios, que no eran nada pequeños.»

Da cuerda al reloj. Se acuerda del nacimiento de sus dos hijos, Víctor (1986) y Mireia (1989). Su esposa, Antonia, posee las mismas dotes conciliadoras que su pareja: equilibrada, elocuente y unicornio, como cantó el cubano Silvio Rodríguez.

Da cuerda al reloj. Se acuerda de cuando se instaló en La Marina, en 1982, recién casado. «Todo eran campos, en la carretera del Prat pastaban las ovejas.»

Da cuerda al reloj. Se acuerda de los años de la juventud que vivió la revolución posible. «Íbamos a la disco PussyCat, en Joan Güell. Yo tenía un Seat 127…» 

Da cuerda al reloj. Se acuerda de la portería que atendía su madre, Araceli, en un bloque de la calle Muntaner. «Era un piso pequeño, pero agradable.»

Da cuerda al reloj. Se acuerda de cuando llegó la familia a Barcelona, en 1965. «Cuando bajamos del tren en la estación de Francia me deslumbraron tantos coches…»

Da cuerda al reloj. Se acuerda del hermano, Felipe, y del padre, Felipe, peón en los pantanos que promovía el dictador Francisco Franco. «Estuvo en la construcción del pantano de Sau, en el río Ter. Antes había regentado un ventorrillo, especie de posada para muleros. Mi padre llegó a conocer al [presidente de la República Española] Niceto Alcalá-Zamora, porque era de Priego de Córdoba. Siempre hablaba bien de él.» 

Da cuerda al reloj. Se acuerda del abuelo, Abundio, cochero de una marquesa. «Mi abuelo hacía calendarios. Sus antepasados conocieron al bandolero José María el Tempranillo, que nació en Lucena.»

Da cuerda al reloj.

El vecino Abundio Luque, miembro de Apalim, se disfrazará de Vito Corleone o de Vito Genovese.

O de Al Capone. O de John Dillinger. O de Joe Gallo.

No engañará a nadie. Sigue siendo un trozo de pan. Y ahora no lleva reloj.

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