La pirámide: Entrevista a la arquitecta del parque Can Sabaté

«¿Será la pirámide de Can Sabaté la entrada secreta a ese laberinto de pasillos y recuerdos?»

Así acaba el artículo dedicado a Can Sabaté en el primer número de la Guia La Marina, que hace referencia a las leyendas sobre el origen del parque de la calle Mineria, 18. La arquitecta paisajística Imma Jansana (Barcelona, 1954), que diseñó el enclave junto con sus colegas Neus Solé y Daniel Navas, se ríe cuando lo lee: «Ja ja ja, qué va, qué va».

«La pirámide, rodeada de cuatro palmeras, remite a los oasis del desierto, que es lo que yo tenía en la cabeza. Recuerdo que los vecinos, liderados por Basilio González [Así se transforma un barrio], nos pidieron que corriera el agua, así que ideamos un surtidor y un canalón de cincuenta metros hasta un estanque rodeado de columnas, y que pasara por un salón central amplio para que los más pequeños pudieran jugar. En los ochenta, había mucha falta de espacio público, falta de columpios y de lugares de esparcimiento. También había más niños por eso», reflexiona Imma Jansana, una especie de búho de las nieves con algo de la poeta Gloria Fuertes (Mujer de verso en pecho), algo de la cantante Rosa León (Rosa se está buscando en el espejo) y algo del peluche orangután del programa Waku Waku (TVE). Es sencilla, opípara y «resuelta en luna», como escribiría Miguel Hernández. «Nos involucramos: trazamos una serie de recorridos que no interfirieran entre sí, como ríos paralelos, y una retícula de árboles, que también escogimos: pinos, cipreses, encinas, sauces, chopos…»

En 1980, cuando recibió el encargo del Ajuntament de Barcelona, mediante la asociación de vecinos de Zona Franca, Imma Jansana ya se puso a trabajar. Justo en 1979 había fundado su despacho, cuya oficina se encuentra en la avenida del Portal de l’Àngel, 7 (www.jdvdp.com).

«En aquellos años de inicios de la democracia no había contratos públicos, te llamaban y ya está. Yo había proyectado la plaza de las Navas, en Poble Sec, que desmantelaron parcialmente para hacer un garaje subterráneo, y me conocía a los vecinos. Fueron ellos los que les pasaron mi contacto a las entidades de Zona Franca, sitio que no había pisado nunca: me impresionó el barrio de El Polvorí, por lo inaccesible, con servicios precarios y deficientes, y la fábrica de la Seat que hoy es la escuela de aprendices [Passeig de la Zona Franca, 53]», se remonta cuatro décadas, cuando la «efervescencia de la Transición»: «Había ganas de intervenir en el espacio público. La Barcelona de [el alcalde José María de] Porcioles que heredamos estaba mal organizada y necesitada de espacios verdes».

Cuando Imma llegó al solar que antes ocupaba Industrias Mecánicas, S. A., no reconoció nada del pasado fabril, aunque durante las obras se encontrarían algunos pasadizos. (En Industrias Mecánicas, durante la Primera Guerra Mundial, se fabricaba material bélico para los aliadófilos; precisamente por eso, el empresario Josep Albert Barret fue asesinado en la calle Comte d’Urgell, en 1918.)

«El delegado de Urbanismo del Ajuntament de Barcelona, Josep Antoni Solans, había gestionado la cesión de los terrenos del parque a cambio de la construcción de los pisos de la entrada que hay en Mare de Deu del Port [número 379], enfrente de la plaza Teresa Claramunt», explica, mientras trastea en su archivo profesional, con los negativos de las fotos que tomó.

Del álbum municipal La conquesta del verd. Els parcs i els jardins de Barcelona (1995): «…el pressupost va rebre a última hora una injecció de vitamina política que el va fer créixer més del doble: va pasar de 38 milions de pessetes a 139 milions de pessetes. I el que havia de ser un parc modest és un senyor parc, encabit en l’illa de pisos més gran de la ciutat».

En la inauguración, el 23 de septiembre de 1984, víspera de La Mercè, acudió el alcalde, a la sazón Pasqual Maragall.

«Esos políticos se rodeaban de buenos profesionales, y se creían su misión, no sé, decidían con seguridad. Hoy nadie se fía de nadie y no se tiene ninguna vergüenza en mentir con descaro», se lamenta, sin caer en la nostalgia: «Había una ilusión y un entusiasmo muy grandes por transformar Barcelona y hacerla modélica y vivible. Aun así, hoy la ciudad está fantástica, tiene una enorme capacidad de resiliencia consigo misma. Pero siguen faltando jardines…».

La arquitecta paisajística Imma Jansana, vecina de Gràcia, está a punto de jubilarse. En su haber, cuenta con más de cuarenta diseños sostenibles en Barcelona. Sobre la mesa de su estudio, que es un mar de legajos y bocetos, los planos para reurbanizar la Via Laietana, para agrandar las aceras y que las bicis no estorben. 

Se quita las gafas lilas, progresivas.

De tanto en tanto, recorre los puntos a los que dio vida. Se ha enterado de que en Can Sabaté se ha acondicionado una cancha de baloncesto, muy concurrida («canastas de básquet antivandálicas» de la empresa Speedcourts; bien haría el Ajuntament en adquirir el solar abandonado que da a los bloques de Foneria, en el extremo este, para colocar alguna más de estas pistas).

Y se enteró de que se ha instalado un «circuit de salut» para hacer ejercicios físicos («Eviteu l’esforç excessiu»).

Y que alguien tenía un gallo en el balcón, que nos despertaba al alba.

Y que se tuvo que talar el eucalipto más alto y más fuerte, en uno de los caminos laterales, del que solo queda el tocón de medio metro de diámetro.

Y que las chicas hacen gimnasia en el eje central.

Y que nadie sabe que, en un principio, Can Sabaté se iba a llamar Jardín de las Estrellas.

«Cuando vuelvo, me alegra constatar que los árboles que escogimos han enraizado, que la vegetación está agradecida.»

Gloria Fuertes: «Los pájaros anidan en mis brazos».

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