Chris El-Bahr
Muchas veces se nos escucha hablar a las personas trans+ sobre la importancia de los pronombres y de preguntar, cuando conocemos a alguien, con cuáles se identifica.
Esto evita, entre otras cosas, uno de los sucesos que para mí son más dolorosos en la vida cotidiana: la malgenerización.
Cuando hablamos de malgenerización (en inglés missgendering) nos referimos al hecho de ser tratades con un pronombre o identidad de género con los que no nos identificamos. Creo que a menos que seas trans+ no puedes imaginar lo que sentimos cuando esto sucede, pues me encuentro con muchas personas cisgénero que me comentan que a elles también, en ocasiones y por diversos motivos, las confunden con un género con el que no se identifican, tratando de calmarme de esta forma queriéndome demostrar que “a todes nos pasa”, pero lo que intento aclarar con este artículo es que, a pesar de que esto sea cierto y no solo nos pase a las personas trans+, la carga y repercusión que tiene para nosotres no es ni de lejos la misma que para una persona cis.
Hablando desde mi experiencia personal, cada vez me enfrento menos a este tipo de situaciones, sin embargo, aunque solo se dé una vez al mes o cada varios meses, cuando pasa es tan doloroso como si me clavaran un puñal en el pecho. No todas las personas trans+ tienen ni quieren tener ese cispassing con el que pasar desapercibides como personas cisgénero en la sociedad, e igualmente deberían ser siempre tratades con el pronombre e identidad con los que se identifican. En mi caso, que sí busco tener ese passing porque yo misma proyecto esa imagen femenina en mí, ¿os imagináis la frustración que siento cuando tras casi tres años en hormonas, una cirugía de pecho que sigo pagando, sesiones de depilación láser mensuales, botox inyectado en la cara para lograr una feminización facial y tres días de gimnasio semanales, además de salir a la calle con vestido, tacones, las uñas largas y pintadas, maquillada y con el pelo largo con un peinado muy asociado a lo femenino, de repente alguien se dirige a mí en masculino o me pregunta si soy hombre o mujer? Cuando eso pasa, me invade una impotencia enorme y la gran cuestión: ¿qué más necesita la sociedad para leerme en femenino? Y es que hay algo que siempre me ha rechinado y por lo que me cuesta mucho empatizar y perdonar a quienes me malgenerizan: si tú estás viendo a una persona como yo, con todo lo que he descrito antes… ¿no te sale tratarme en femenino, aunque tenga la voz grave? ¿No crees que probablemente acertarás más de esta forma? Lo mejor sería que me preguntaran por mis pronombres, pero parece que hacer una pregunta tan sencilla al inicio de una conversación es algo para lo que esta sociedad aún no está preparada.
Soy la primera a la que le gusta celebrar nuestras realidades trans+ y que no se nos vea simplemente como víctimas de este sistema. No obstante, a veces es necesario remarcar lo contrario. Hay días en los que no me apetece hacerme la fuerte; hay días en los que me apetece llorar, gritar y mostrarle a este mundo que, en ocasiones, bastan cosas que para esta sociedad son insignificantes como un pronombre incorrecto, para que algune de nosotres ponga fin a su vida. Porque nuestra existencia es una resistencia constante, un desgaste diario, una fortaleza y madurez que ni con veinte vidas cisgénero se podría equiparar. Pero todo esto satura.Lo único que espero con estas líneas es que se entienda la gravedad del asunto. Esto no son simples palabras, esto va de cómo las personas cisgénero, con sus privilegios, pueden ayudarnos a las personas trans+ a tener una existencia más tranquila en esta sociedad que ya es suficientemente hostil. Esto no va solo de pronombres, va de vidas, de salvar vidas.