
Llegó. Se fue. Volvió.
Se vistió de organza, de un blanco ibicenco resplandeciente.
Se recompuso. Se serenó. Se replanteó los horizontes.
La educadora infantil afrocatalana Judit Raso (Barcelona, 1974) será todo lo que quiera ser. Por ahora, se erige como la auténtica alcaldesa de los barrios, porque nos conoce a todos y a todos nos asiste con una sonrisa voraz y contagiosa.
Llegó a La Marina en 1983. Se fue en el 2000. Volvió en el 2010.
Llegó.
De padres guineanos, creció entre dos mundos sin sentirse realmente de ninguno de ellos: «En verano todos se iban al pueblo, pero mi pueblo es Guinea, así que me quedaba jugando en el parque con mis hermanos [Boye y Jessica]», dice, con el cabello escarolado, unas gafas habaneras y la clarividente intuición de quienes han transitado por las dunas de varias vidas.
El parque al que hace mención es Can Sabaté, cuya inauguración presenció, en 1984.
«Mis tíos, los Coffi, llegaron a Estrellas Altas en 1983, cuando se pusieron a la venta los primeros pisos. Ellos nos dijeron: “Venid aquí, que es muy buen sitio”. Entones nos trasladamos al paseo de la Zona Franca. Nosotros residíamos en Riera Blanca, y antes estábamos de alquiler en Sant Isidre, en el Poble Sec», explica. «Jugábamos en los parques, como los descampados junto al cuartel de Lepanto [Jardins del Valent Petit]. Y en la pista de fútbol de Can Sabaté. Allí nos conocíamos todos, como un pequeño pueblo. Recuerdo a Tamauca y al que luego fue portero del Espanyol [Alfredo] Argensó.»
Se movió. Fisgó. Cruzó el Pecos que divide en dos La Marina. Como la nativa Sacajawea que guió a los exploradores hasta el estado de Oregón, se adentró en la inmensidad del barrio de la Seat, que confundió con Casas Baratas.
Memorizó los números. Se quedó con las caras. Se relacionó con los de más edad y con los menores que ella. Se hizo querer. Se hizo escuchar. Se empeñó en progresar. Se puso a estudiar. Frecuentó la primera biblioteca Francesc Candel, aquella que guardaba con celo de Sauron la almeriense María Suceso Valverde, Susi. Se cuadró.
«Cursé el bachillerato en el instituto Montjuïc, que justo había sido inaugurado en su nuevo emplazamiento, en la calle Cisell; antes ocupaba un edificio en Can Tunis. Y luego, en la Universitat de Barcelona, me gradué en Magisterio. Siempre me han gustado la docencia y los niños. Aunque mi plan A era estudiar Derecho, menos mal que no me hice caso», ríe. «Fueron años muy chulos. Con mi gente (Santos, Ana, Raquel, Carlos, Eva…) pasaba las tardes en el 2001, nuestro particular bar de Nat [por el Peach Pit de la serie norteamericana Sensación de vivir]. Y también en el bar Castilla, en lo que hoy es el Salus, en la calle Foneria.»
Se enraizó como una acacia. Se formó. Se expandió. Se rodeó de amigos. Se apartó del mal camino. Se exigió. Se puso las pilas. Arriesgó. Se expuso a los encuentros fortuitos. Aprendió de los errores. Se enmendó. Se profesionalizó.
Judit prestó sus servicios en las escolas bressol municipales Bellmunt (Font Florida, 93), Collserola (Mare de Déu de Port, 183) y Niu d’Infants (Pedrera del Mussol, 10).
Como maestra de educación infantil, también impartió clases en la Escola Guinardó (Dr. Valls, 22).
Desde el 2008, forma parte de El Cotxet (Platí, 8).
Se fue. Volvió.
En el 2000, Judit se fue. En el 2002, se casó. Se enseñoreó con su destino. Se instaló en la urbanización Eixample, en Sant Joan Despí (Barcelona).
Se separó. Se fortaleció. Se las ingenió para seguir adelante sin permisos ni contraseñas.
En el 2010, volvió al paseo de la Zona Franca, al bloque de delante del quiosco de la señora Milagros, ya desaparecido.
Se lanzó. Rindió. Se esforzó al máximo.
Tuvo dos niños, N. (2011) y A. (2017)
Se multiplicó en el tejido asociativo. Se integró en la junta de la Unió d’Entitats de la Marina y en la junta de la Associació de Mitjans de Comunicació Local, y en la Taula de Dones y en la Taula d’Interculturalitat.
En el 2015 fundó la Associació Guineocatalana Bisila, que da cabida a la veintena de ciudadanos de La Marina procedentes de la antigua colonia española de Guinea Ecuatorial.
«Entre otros temas, trabajamos el concepto de personas racializadas, que sufren racismo por el color de su piel», declara.
En esta línea, y junto con Jessica Sala, dirige el programa radiofónico de La Marina Invisibles, en el 102.5 de la frecuencia modulada (viernes, de 18 h a 19 h).
La afrocatalana Judit Raso, la alcaldesa de La Marina, llegó, se fue, volvió.
Y aquí sigue.