FORBES: El banco de Mayka. La lista de los diez más pobres de Barcelona es un ejercicio periodístico para poner sobre la mesa la fragilidad de las vidas y su relación con los espacios.
«La vida te empuja como un aullido interminable», versificó el poeta José Agustín Goytisolo en Palabras para Julia. La vida se puede vivir de muchas maneras, pero también la vida te vive, y te obliga, según las circunstancias y según la condición.
La familia de la colombiana Mayka Restrepo (seudónimo) no tuvo elección. Con dos niños pequeños, no tuvo más remedio que refugiarse en una antigua sucursal bancaria ya cerrada. La paradoja es evidente: los bancos, que durante la crisis echaron de sus casas a muchas personas sin ahorros, han acabado siendo ocupados por sus mismas víctimas.
Mayka vivió durante más de un año en la antigua oficina de Caixa Catalunya de la calle Mare de Déu de Port, en el distrito de Sants-Montjuïc de Barcelona.
FORBES: El banco de Mayka. La lista de los diez más pobres de Barcelona es un producto más de la factoría Martínez/Javierre-Kohan: artefactos periodísticos para incentivar la reflexión sobre quiénes somos y en qué nos hemos convertido.
Mi cuarta novela: DIARIO DE UN SUPUESTO ABANDONO
Por Mar Montilla
El pasado mes de noviembre publiqué Diario de un supuesto abandono bajo el seudónimo de María Sáenz. ¿Por qué un seudónimo? Existen motivos varios, pero supongo que el más importante es mi implicación emocional con la trama narrada. La escribí entre finales del 2017 y mediados del 2018, una época triste para mí.
«La decepción se abrió camino hacia mi corazón, rasgando la piel, atravesando la carne, las vísceras. La sábana cubrió el cadáver en el que me había convertido y sentí que había muerto en vida. Si tú no estabas conmigo nada quería. Nada me interesaba. Tardé en dormirme, y no lloré. Los muertos no lloran. Apagué la luz y caí en un pozo oscuro y hondo, muy hondo. Interminable, infinito, indefinido, indescriptible, insoportable (…)».
Se trata de un relato lleno de metáforas, en el que Marruecos sigue siendo un tema recurrente, además del amor, el desamor, la pasión y sobre todo la espera. La tortuosa espera. Una historia dura y, a la vez, cargada de erotismo.
«Amanecimos juntos en esa cama prestada, en esa habitación no propia, de ese piso ajeno. Era domingo. Tu piel pegada a la mía, la mía a la tuya. A pesar de la turbación inicial producida por el desapego de la distancia, la ausencia y el tiempo, tu epidermis y la mía se acoplaron como el imán al hierro. No nos despertó la voz del muecín, sino el tañido de las campanas de una iglesia. Te miré con intriga. ¿Pensabas que en mi mundo no había misa los domingos? Dijiste, con sorna. No supe qué responder (…)».
Se gestó sin querer. Al principio era un diario, como su propio título indica, un espacio en el que volcar mi alma, mis sentimientos, mis reflexiones más oscuras. Cumplió su función, y poco a poco fue creciendo, adquiriendo forma, hasta convertirse en mi cuarta novela y la más íntima, la más introspectiva.
«Al fin estaba frente a tu puerta. Esa puerta negra, de hierro, en el número 13, el de la mala suerte. Llamé al timbre y me abrió un chiquillo de corta edad que, al ver en el umbral a una mujer desconocida, extranjera, colorada y sudorosa, se echó a llorar y salió corriendo a refugiarse en el regazo de su madre. Ahí estabais los cuatro, en el jardín, desayunando con la falta de prisa que os caracteriza. Entré arrastrando la maleta y el corazón, y saludé en tu idioma, con toda la amabilidad —no exenta de retintín irónico— que mi estado de nervios y mi agotamiento mental me permitieron, que no fue demasiada (…)».
Como no tenía claro si quería mostrársela al mundo la dejé macerar. La idea del anonimato me dio el impulso que necesitaba para tomar la decisión, pero apenas dos meses después ya me había arrepentido de no editarla con mi verdadero nombre y rectifiqué. Hice bien, porque ha tenido una buena acogida entre mi público y han llegado a decirme, incluso, que es lo mejor que he escrito hasta ahora.
Y es que cuando se escribe desde las tripas, se nota.
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