Mientras pensaba en un tema para la columna me dio por recordar cómo era la publicidad durante mi infancia, es decir, en los años 70, cuando solo disponíamos de un televisor en blanco y negro con dos canales. En esa época no me daba cuenta, pero los anuncios contenían tanto machismo que ahora me llevo las manos a la cabeza al rememorar algunos, como por ejemplo los de Ariel. Solía verse a un señor con pinta de experto en la materia enumerando las ventajas de usar tan maravilloso detergente, pero ojo, que el susodicho no era quien lo utilizaba, sino quien entrevistaba a varias amas de casa que habían probado el producto. Cada una de ellas estaba tan satisfecha de la blancura conseguida en las camisas de su marido que no dudaba en recomendárselo a su vecina Pepita, que a su vez le hacía la misma sugerencia a su amiga María. ¿Y los de Soberano? En estos siempre aparecía una hermosa muchacha en actitud sugerente mostrando la botella y diciendo: «Soberano es cosa de hombres». Hay uno de esta marca de licor del que no me acordaba, que no tiene desperdicio: una joven acude a una pitonisa y le cuenta, desesperada, que su esposo apenas le dirige la palabra y se comporta con ella de forma violenta. La vidente, que habla con sabiduría, le aclara que cuando un hombre regresa al hogar cansado, después de una dura jornada laboral, lo que necesita es tranquilidad, comprensión y una buena copa de coñac. Saca su bola de cristal y le muestra imágenes de la transformación que ese brebaje milagroso obrará en el tipo. Es decir que no solo se normaliza el maltrato por parte de él y la sumisión por parte de ella sino que, además, se incita al alcoholismo.
Sin embargo, esto no es lo peor que he encontrado al buscar información. Resulta que existe una tendencia que no cesa de sumar adeptas a día de hoy. Me refiero a las tradwives, es decir, chicas actuales que eligen ser amas de casa. Viven por y para el marido y los hijos, se enorgullecen de ello y lo proclaman a diestro y siniestro. Mujeres que defienden que hay que ser femeninas, no feministas. Mujeres cuyas máximas aspiraciones son convertirse en esposas perfectas, con lo cual están sembrando en pleno siglo XXI la semilla del retorno al siglo pasado y al estilo de vida americano de los años 50. Trump es uno de los defensores de este movimiento, que triunfó en Estados Unidos y se ha ido extendiendo al resto de países gracias a las redes sociales. ¿Puede haber algo más antifeminista? Me he quedado tan perpleja que no doy crédito, parece una broma de mal gusto. Aunque en vista del alarmante auge actual de las ultraderechas y sus valores, a mí ya nada me sorprende. ¿Qué le está sucediendo al mundo? No solo no avanzamos, sino que retrocedemos. Involucionamos.
MAR MONTILLA