Macondo
La señora Plunkett de Ohio nunca dejó que su marido Roy J. fregara las sartenes de su hogar, incluso después de que fregara el Teflón. Cuando Roy J., en la primavera de 1938, intentaba convencer a su esposa de que su descubrimiento aplicado a las sartenes cambiaría las cocinas de todo el mundo, la señora Plunkett lo miró mientras sacaba su tarta de manzanas del horno y le dijo: “Roy J., tú inventa lo que quieras, pero mis sartenes no las tocas mientras yo viva”. Y Roy J. Plunkett de Ohio se marchó cabizbajo a su laboratorio.