RETAHÍLAS: MUJERES DE PELÍCULA

No me considero una cinéfila experta, pero adoro el cine. Disfruto sobre todo con películas de temática feminista, en las que está presente ese fenómeno que es la sororidad. Estoy pensando en personajes como Idgie —Tomates verdes fritos—, que rescata a Ruth de un marido violento y un matrimonio miserable, creándose entre ellas un vínculo tan férreo como irrompible. O en las protagonistas de Las horas, tres mujeres distintas en tres épocas diferentes, cuyas historias se entrelazan. Por un lado tenemos a Virginia Woolf (1923), que lucha contra sus propios fantasmas, tratando de mantener a raya su trastorno bipolar, mientras escribe La señora Dalloway; por otro tenemos a Laura (1951), una joven madre, esposa y ama de casa que lee La señora Dalloway y aparenta ser feliz, cuando en realidad se siente desgraciada porque ama a su vecina en secreto; y por último a Clarissa (2001), que aunque mantiene una relación estable con otra mujer, en el fondo está enamorada de su amigo, que es hijo de Laura y está enfermo de sida.

Pero si hay una película que representa el feminismo más a lo bestia es Thelma y Louise. Dos amigas, hartas de soportar el machismo y otras tantas injusticias a las que se ven sometidas por el mero hecho de ser mujeres, deciden pasar juntas un fin de semana lejos de la rutina. Un desgraciado incidente las obliga a convertirse en fugitivas de la ley, algo que logra que se sientan cada vez más libres, más seguras de sí mismas, más empoderadas, luchando contra un mundo de hombres. Para mí es una metáfora, un canto a la libertad, un grito desgarrador de «no es no».

MAR MONTILLA

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