Por la niña a la que un hombre cercano y querido cercenó su inocencia. Por la chica que salió de fiesta con un brillo deslumbrante en los ojos y regresó con la mirada mustia y la ropa hecha jirones. Por la mujer a la que rechazaron en un empleo, mientras veía como seleccionaban a otra más joven y guapa, pero menos cualificada. Por la anciana que espera la muerte en soledad, después de haber criado a sus hijos y nietos.
Por la mujer que abandonó su mundo, en busca de otro mejor, y lo que encontró fue racismo. Por la chiquilla trans que no pudo empezar a hormonarse cuando tocaba porque sus padres no lo permitieron. Por la muchacha que salió de casa una tarde y desapareció sin dejar rastro. Por la niña a la que mutilaron su derecho al placer y obligaron a casarse y a ser madre a la edad de jugar con muñecas. Por la joven para la que los sanfermines jamás volverán a significar lo mismo. Por la mujer que sobrevive en un campo de refugiados. Por la compañera lesbiana que guarda en secreto su condición sexual por miedo a ser juzgada. Por la futbolista a la que robaron no solo un beso, sino también su momento de gloria. Por la chica que soñaba con ser actriz y cayó en las garras de un depredador.
Por la mujer trans a la que agredieron en el metro ante testigos mudos y cómplices. Por la niña eterna cuyo cuerpo yace bajo los escombros de una guerra. Por la bollera, la marimacho, la gorda, la loca, la rarita, la zorra. Por ti, por mí, por ella. Tenemos más motivos que nunca para salir al grito de “¡Se acabó!” y reivindicar el Dia Internacional de les Dones.
MAR MONTILLA