El faro de Montjuïc: una luz que no ilumina a todos

Investigando, resulta que el origen de “Los faros de mar” se remonta a nueve siglos antes de Cristo. Eran simples hogueras en la montaña para orientar e indicar al navegante que allí había tierra o una entrada al puerto. Con el tiempo, en el siglo II a. de C., Ptolomeo II construyó el faro de Alejandría.

Los romanos implementaron los faros (que se iluminaban con antorchas) en todos sus territorios costeros. Después de los romanos, con los siglos, se siguió mejorando el alumbrado: En 1.584 el ingeniero y arquitecto Louis de Foix construyó el faro de Cordouan con una nueva luminaria y el sueco Aimé Argand inventó un sistema de lámpara de aceite. Éste último invento fue recogido por los ingleses y perfeccionado en 1.763 con reflectores parabólicos en el foco y los espejos. Con la aparición de la luz eléctrica se pudo dotar de una bombilla grande y evolucionaron los sistemas de iluminación. A partir de ahí, llegamos a lo que hoy son los faros actuales.

Puede que algún vecino o vecina del barrio no sepa que tenemos un faro en Montjuic, es un faro que está en el Morrot y al final de lo que antiguamente era la playa de Can Tunis… es “El faro de Montjuïc”. Entró en servicio en el año 1.906 con una lámpara de petróleo provisional, que en el año 1915 se sustituyó por una lámpara de incandescencia de 3.000 bujías, visible a más de 30 millas de distancia.

El ingeniero D. José Cabestany fue el encargado del proyecto para construir un edificio definitivo que acogiera el faro. Costó 207.498,42 pesetas. Se iluminó esta nueva obra el 31 de agosto de 1.925 culminando un proyecto iniciado en el año 1.917, dando la característica de dos destellos blancos cada 10 segundos y un alcance de 26 millas, estando el punto de emisión a 108 metros de altura. Es un edificio de 2 plantas en el cual vivía el farero hasta el año 2000, año en que todo se automatizó a distancia y dejó de ser habitado.

El faro de Montjuic depende de la Autoridad Portuaria de Barcelona, en algún momento se proyectó unir las huertas de Sant Beltran con las huertas de Can Tunis, mediante un paseo marítimo para que pudiera ser visitado cómodamente, proyecto que al final no se hizo. Finalmente, el Ayuntamiento construyó un pasaje bajo los pies de la muralla del conjunto del castillo de Montjuïc, desde donde se puede apreciar la parte alta del faro y contemplar el basto puerto hoy día. Es un faro aun en servicio y, en noches de niebla impresiona observar el haz blanco luminoso, que barre la atmosfera como una espada laser al estilo de la guerra de las galaxias.

Es una luz para indicar la proximidad de la entrada del puerto, que también ilumina. Pero, aprovecho este espacio y las conversaciones que se están impulsando, para expresar mi deseo que esa iluminación llegue también a las mentes de los responsables políticos y directivos del Consorcio de la Zona Franca, de la Autoridad Portuaria de Barcelona y de la Fira.  Para que inviertan en equipamientos en el barrio, necesitado de muchas cosas para hacernos la vida un poco más fácil, amable y confortable al conjunto de vecinos y vecinas.

Queda comprobado que somos muy buenos vecinos de estas infraestructuras pues soportamos sin rechistar los inconvenientes y molestias que nos producen los acontecimientos de envergadura que organizan. El argumento que al final son beneficiosos para la ciudad ¡sin ninguna duda que sí! ¿Pero significa eso que el barrio debe seguir conforme con nunca recibir nada? ¿Por qué?

Deseo que sepan que teníamos playa al final del paseo de la Zona Franca y que nos acordamos de cuando nos bañábamos y disfrutábamos de ese entorno, un paisaje natural que fue sacrificado hasta desaparecer en beneficio de estas infraestructuras y de la ciudad. Aunque la ciudad entiende por ciudad todo menos nuestros barrios, vecinos y vecinas mías. O al menos eso se deduce de sus argumentos y sus acciones.

No podemos volver atrás, pero es de justicia reclamar proyectos que compensen al menos en parte lo que hemos sacrificado. Nos deben un Paseo de la Zona Franca digno. Para los que tuvimos la fortuna de vivir el entorno de antaño, sería como el Can Tunis del siglo XX adaptado al momento actual. Para los jóvenes también sería una oportunidad de que vivan el barrio con orgullo. Un espacio de encuentro y recreo donde podamos coincidir todos y todas de una manera confortable. ¡Va siendo hora, ya nos toca!

Rafael Ochoa

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