Text: Mar Montilla
Hay mujeres célebres cuyos nombres nos suenan a todos, en mayor o menor medida. ¿Quién no ha oído hablar de Marie Curie, por ejemplo? Fue la primera mujer científica premiada con el Nobel en el año 1903. ¿O de Frida Khalo? Que rompió con el esquema de supremacía del macho que marcaba el México de su época, convirtiéndose en símbolo feminista. ¿O de Clara Campoamor, precursora del sufragio femenino en España durante la República? ¿O de Simone de Beauvoir, que revolucionó el feminismo con la publicación de su obra El segundo sexo, en 1949? Pero hay muchas más. ¿A que no sabías que la aviadora estadounidense Amelia Earhart consiguió su primer récord de altitud en 1922? ¿O que Clärenore Stinnes fue la primera fémina en dar la vuelta al mundo en automóvil en 1927? La primera persona en dirigir una película de ficción, en 1896, fue una mujer y se llamaba Alice Guy. Lilí Álvarez fue la primera deportista española que participó en unos Juegos Olímpicos. Camille du Gast fue la segunda mujer que compitió en una carrera de coches internacional, en 1901. En 1954, la fotografía en blanco y negro de una joven motorista encaramada sobre una BMW R67/3 recorrió el planeta. Se trataba de Anke-Eve Goldmann, fundadora de la Asociación Internacional de Motociclistas Femeninas de Europa. No es ningún secreto para nadie que la historia de la humanidad se ha forjado a base de pequeñas y grandes aportaciones realizadas no solo por hombres increíbles, sino también por mujeres extraordinarias —aunque los logros de estas queden a menudo reducidos a migajas y sean engullidos por el anonimato—.