JUAN BIBIÁN
El cine de género está de enhorabuena en nuestro país. Alberto Rodríguez, que con “7 vírgenes” demostró su carencia total de prejuicios a la hora de encarar un proyecto, y que con “Grupo 7” avisó de las hechuras de un genial realizador; entrega con “La isla Mínima” un manual de cine policíaco hecho a la medida de las grandes obras maestras del género. Además, nos encontramos ante un título, que por compartir cronología, va a resultar inevitable que surjan comparaciones con una de las grandes sorpresas del presente curso, la ficción televisiva “True Detective”, pues nos encontramos ante dos títulos que comparten el carácter macabro de sus protagonistas, la decadencia de sus paisajes, y la falta de moral de un entorno que devora a sus habitantes.
Alberto Rodríguez se sumerge en lo más profundo y sórdido de las marismas del Guadalquivir para sacar a flote un pozo de miserias humanas encarnadas en un conjunto de personajes oscuros y de carácter tenebroso que encierran siniestros fantasmas en su mirada. Dos policías enfrentados a un caso violento y morboso, que tendrán que afrontar su pasado para poder desentrañar el magnífico puzzle que se les plantea. Cine con mayúsculas donde todo está cuidado hasta el mínimo detalle, desde una fotografía maravillosa ; a un diseño de producción que reproduce a la perfección esos primeros años de la década de los 80. Javier Gutiérrez y Raúl Arévalo, componen una pareja soberbia, Alberto Rodríguez, un realizador cuyo nombre está llamado a legar una filmografía de grandes títulos dentro del cine español.