Mientras me documentaba para escribir mi última novela, descubrí a mujeres como Lilí Álvarez, tenista, que fue la primera española que participó en unos Juegos Olímpicos, en 1924; o como Clara Campoamor, abogada, escritora, política, defensora de los derechos de la mujer y precursora del sufragio femenino; o como Dolores Ibárruri —la Pasionaria—, que fue la primera española dirigente de un partido político, el Partido Comunista, además de diputada en las Cortes republicanas.
Ellas, entre otras, me inspiraron para crear personajes femeninos muy diversos, aunque con aspectos comunes. Por un lado mujeres cuyas vidas transcurren en el Madrid de la República, Guerra Civil y posguerra como Adela, una muchacha tradicional y sumisa en apariencia, pero con una enorme rebeldía interior; o Julia, la prima de Adela, inconformista, liberal y revolucionaria; o como Encarna, madre de Julia, idealista, intelectual y gran admiradora de Lorca.
Por otro lado mujeres que viven en la Barcelona actual como Íngrid, defensora de los derechos del colectivo LGTBI+; o como Trudy, abuela de Íngrid, desinhibida, espontánea, hippie, bohemia; o como Lucía, hija de Trudy y madre de Íngrid, con un trauma en su corazón que la hace mostrarse fría y distante. Íngrid está muy unida a su abuela, Trudy, pero no soporta a su madre, Lucía, tan rígida y estirada. Adela quiere a su prima Julia y a veces la odia; adora a su tía Encarna; admira a su suegra, Marta.
Un diario personal, un secreto guardado durante demasiado tiempo. Amor, traición, viejas rencillas no resueltas. Como en la vida misma.
Mar Montilla