Cada Nochevieja, uno de los deseos más recurrentes entre las personas que expresan lo que esperan del Año Nuevo es la paz mundial. ¿Pero qué es la paz? ¿Es posible un mundo en paz? Vivimos rodeados de incoherencias. Celebramos la Navidad mientras en Palestina, donde se supone que nació Jesús —y el cristianismo, menuda paradoja—, se comete uno de los genocidios más atroces de la historia ante la indiferencia de Occidente; nos dejamos atrapar por el consumismo mientras la tierra se seca, el planeta se recalienta y se agotan los recursos naturales; nos emocionamos con los típicos anuncios navideños con moraleja mientras miles de niños y niñas mueren por las eternas rencillas religiosas de un puñado de adultos cuya crueldad no conoce límites; asistimos, impotentes, al espectáculo que ofrecen los que dirigen todo el cotarro, que en lugar de buscar soluciones se acusan unos a otros y compiten por sus ansias de poder. Somos testigos de cómo proliferan los discursos de odio, la violencia machista, los gobiernos de extrema derecha a lo largo y ancho de un mundo en el que hay unas cincuenta y ocho guerras activas, que solo en el 2023 han provocado cientos de miles de víctimas. No obstante, aunque se resolviesen de repente y como por arte de magia la totalidad de los conflictos bélicos existentes, ¿significaría eso que vivimos en paz? Como dijo Rigoberta Menchú: «La paz no es solamente la ausencia de la guerra; mientras haya pobreza, racismo, discriminación y exclusión difícilmente podremos alcanzar un mundo de paz».
Aun así, yo sueño con la paz, ¿y tú?
Feliz 2024.
MAR MONTILLA