Precarización disfrazada de inclusión

Chris El-Bahr

La tasa de desempleo entre personas trans+ siempre ha sido alta y uno de los motivos por el que luchamos desde el colectivo. Desde hace un par de años, a través de la Generalitat y el SOC (Servei d’Ocupació de Catalunya) se han puesto en marcha proyectos para la inclusión de personas trans+ en el mundo laboral y sobre todo en puestos de trabajo públicos. Durante doce meses formé parte de uno de esos planes y ahora vengo a contar aquí mi vivencia.

A principios del 2022, respondí a una oferta de trabajo de la empresa Mútua de Terrassa dirigida a personas trans+. Tras realizar la entrevista me contrataron y me incorporé como administrativa en el CAP Oest de Terrassa.

Estos programas tienen un objetivo muy positivo, en teoría, pero no fue esa mi experiencia.

Desde el principio se me exigió una “integración” con mi equipo de trabajo, que escapaba a mi forma de relacionarme en estos ambientes. Por lo general, soy una persona para la que el puesto de trabajo es meramente eso, soy reservada y no me gusta hablar de mi vida privada cuando estoy fuera de mi zona de confort (colectivo LGTBIQA+). A pesar de que con el tiempo fui adquiriendo confianza y abriéndome a las compañeras, nunca era suficiente. Se me exigía más, hasta el punto de usarlo como motivo para no renovarme el contrato. Esto me parece grave tratándose de un proyecto de este tipo, ya que tanto mi jefa como la persona que me hacía el seguimiento conocían mi historia, las vivencias que cargo a las espaldas, el porqué de mi comportamiento y la ansiedad que me genera abrirme a espacios que tal vez no percibo del todo seguros.

Más allá de eso, para mí ha supuesto una decepción en muchos aspectos. Entré en el proyecto ilusionada por el hecho de que se estén llevando a cabo políticas de este tipo para reparar el daño causado a mi colectivo durante tanto tiempo y salí con la sensación de que nuevamente se nos utiliza para cumplir un cupo, para que empresas puedan colgarse la medalla y venderse como inclusivas. Sin embargo, a la hora de la verdad, si el porcentaje de personas trans+ paradas baja, no será gracias a esto.

He dado mucho por este empleo, demasiadas horas de transporte, semanas en las que trabajé casi el doble de mi jornada supuestamente para recuperar unas horas que no debía por error de mi jefa… No obstante, al final todo se desvaneció, sintiéndome muy poco cuidada, abandonada en numerosos sentidos y sobre todo cuando tras un año trabajado, un día antes de la finalización de mi contrato, se me comunicó que no me renovaban.

Al igual que yo, conozco casos de otras personas trans+ a las que les ha pasado lo mismo porque a pesar de que estuvieran muy contentes con nosotres y de que nos hayamos esforzado al máximo, por formar parte de este programa, gran parte de mi sueldo no lo pagaba Mútua de Terrassa, sino la Generalitat. Pero si me renovaban hubiera pasado a formar parte de la plantilla y mi sueldo sí que hubiera pasado totalmente a cuenta de la empresa. Por ello, a dos semanas de mi despido, entró una chica nueva de otro programa de inclusión la cual, sin que ninguna de las dos lo supiéramos, se convertiría en la nueva “yo”.

Debo decir que en su día supuso un cambio positivo en mi vida tanto a nivel económico como de condiciones laborales. A pesar de ello, ¿de qué sirve todo esto si tras un año nos van a devolver al paro o bien a los trabajos precarios que ya hacíamos antes? Esto no es inclusión, tan solo es lavado de cara de empresas y gobiernos para que el mundo crea que nos tienen en cuenta.

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