RETAHÍLAS I Cosificadas

La noticia que salió a la luz hace unos meses de un docente que grababa a niñas de doce años provocó que un escalofrío recorriera mi columna vertebral. Soy madre, y pensé en cómo hubiera reaccionado si mi hija fuese una de ellas, pero también fui púber, y recuerdo la vulnerabilidad que se siente en esa etapa de la vida. Soy consciente de que las muchachas de hoy no son como las de ayer, aun así, una niña es una niña. Las criaturas tienen derecho a vivir el proceso de transición de la infancia a la edad adulta con la inocencia que corresponde.

Recuerdo una canción que se hizo popular en los años 80 que en la actualidad no se consideraría apropiada. La letra -bastante pegadiza, por cierto- decía, entre otras cosas: «Hoy te he visto con tus libros caminando y tu carita de coqueta, colegiala de mi amor». Que la imagen de una colegiala cándida con su uniforme y sus libros estimule la fantasía de alguna que otra mente juguetona puede ser inofensivo si se queda en eso. Lo malo viene cuando se rebasan los límites de la imaginación y se pasa a la acción real. 

Me pregunto si la tremenda cosificación que seguimos soportando las féminas es la culpable de que tanta psique enferma normalice este tipo de conductas.  ¿Con qué finalidad se le pone a una chiquilla de tres años un bikini de dos piezas? ¿Qué queremos que aprenda? ¿Que debe tapar esa parte de su cuerpo? ¿Por qué? ¿Y qué decir de la sexualización de las niñas en publicidad? En poses seductoras, maquilladas… Cosificadas. Resulta indignante. Y lamentable que la sociedad lo permita.

Dejemos que las niñas sean niñas.

MAR MONTILLA

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