Chris El-Bahr
Hace unos días vi un post de une activista de México, que hablaba sobre el hecho de salir del armario como marikas y del privilegio o no alrededor de esta idea.
En cuanto lo leí me sentí profundamente identificada. Me hizo regresar a mi infancia, planteando un tema que jamás antes se me había ocurrido. ¿Realmente tuve la opción de salir del armario? ¿Acaso alguna vez estuve dentro de este?
Como ya comenté en otros textos, fui apodada como “el maricón” a una edad muy temprana. Desde pequeña encarné una androginia y ambigüedad entre lo socialmente entendido como femenino y masculino. Recuerdo la primera vez que, de forma masiva, unas quince criaturas de mi misma edad, se colaron en mi primera clase extraescolar de baile, en mi colegio, cuando tan solo tenía unos 7 años, para insultarme, llamarme “maricón” y acosarme. Aquello provocó que, sin entender el porqué de ese rechazo, yo comprendiera que la sociedad no veía eso como normal en “un niño” y acabé apuntada a fútbol y generando traumas que aún persisten a día de hoy alrededor de los deportes de pelota.
No fue hasta que tuve 13 años, que decidí contar a todo el mundo que era gay, en un instituto cuyo nombre hace referencia a las olimpiadas de Barcelona y que consiguió amargarme y robarme la adolescencia. Aún recuerdo un día en el que dos chicos no paraban de llamarme “maricón” en medio de clase y cuando me cansé, me encaré y les amenacé, se me expulsó a mí con un parte y se me llevó al despacho del jefe de estudios, el cual me dijo que el problema lo tenía yo, pues mostraba demasiado mi orientación sexual y que era normal el bullying que recibía.
Por otro lado, me gusta hacer la broma de que yo he salido del closet como tres veces en mi vida: primero como chico gay, después como persona no binarie, luego como mujer trans y, de hecho podríamos contar incluso una cuarta, si tenemos en cuenta que en la época actual me identifico como trans no binarie y marika. Siempre me ha molestado un poco que se me llamara valiente por mi ropa, por mi expresión, por mi actitud… porque para mí jamás ha sido una cuestión de valentía, sino de existencia, pues no comprendo ni puedo experimentar otra forma de existir.
A raíz de todo esto, concluyo en que salir del armario y también estar encerrada en este, a veces no es una opción para todes, sino un privilegio que gozan aquellas personas que encajan de forma visible en la cisheteronorma impuesta. Pues al fin y al cabo, a la sociedad le da igual lo que seas mientras no lo muestres o cambies el orden establecido. No importa que seas gay, mientras no seas femenino y cumplas el canon, contribuyas al sistema capitalista, te cases con otro hombre y formes tu familia normativa. No importa que seas trans+, siempre y cuando transites de forma medicalizada hasta tener el máximo cispassing. El resto, quedamos condenades a vivir en márgenes sin armarios ni inclusión pero, lejos de quedarme con lo malo, agradezco formar parte de esa periferia, en la que he podido formar una familia cuyo amor es incomparable a cualquier otro.