BOIX, Francesc

Redacció: Jesús Martínez 

Extracte d’un dels capítols del llibre Un país llamado Zona Franca

En los años de Maricastaña, las semanas también duraban siete días. Y los viernes transcurrían con la misma parsimonia que los jueves y los miércoles. Quizá, en esos años perdidos de los primeros bípedos, se celebrara algún viernes negro, efeméride de alguna desgracia natural o causada por la mano del hombre. Lo que no existían entonces eran los black fridays, esa epidemia consumista que empuja a las masas a gastarse el dinero que no tienen; el anzuelo, los descuentos.

«Black Friday, descuentos del 30 % en cosméticos», se lee en los carteles de las tiendas por las que pasa el vecino y presidente del barrio de Plus Ultra, Francesc Boix, Cisquet (Barcelona, 1927).

Abrigado, Boix sale de su casa, en la calle del Aviador Franco, llamada así por el piloto Ramón Franco, hermano del dictador, y que a primeros de 1926 había comandado el vuelo del hidroavión Dornier Do J, conocido como Plus Ultra, que unió sin escalas las ciudades de Palos de la Frontera (España) y Buenos Aires (Argentina). El 18 de mayo de 1927 se decidió dedicarle una calle al Aviador Franco en un barrio de nuevo cuño, Plus Ultra, hasta entonces una barriada de casitas nacida de una urbanización que vendía parcelas al margen de los planes urbanísticos.

«Això que veus [tramo de Mare de Déu de Port que pasa por la plaza de la Marina] era el canal d’Infanta Carlota», señala Francesc la canalización que traía las aguas del río Llobregat para regar los campos de cultivo y que recibió el nombre de la Serenísima Infanta Doña Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias y Borbón, suegra de la reina Isabel ii. «I on ara estem [panadería Forn Vivari, en Mare de Déu de Port con plaza de la Marina] hi havia plantes baixes on s’emmagatzemava carbó.»

Con noventa años a cuestas recién cumplidos y recuperándose de una operación de hernia, Francesc Boix podría estar emparentado con los dioses del vino, porque él es una variedad de garnacha y monastrell y envejece bien en barrica. Pongamos que la barrica de Francesc Boix es la casa en la que nació y en la que aún vive, solo, pero asistido por sus hijas. Con ojos pacificadores, voz de ganadero y manos de roble que decantan porque reposan, Francesc Boix se acuerda de muchas cosas, aunque, socarrón, como él mismo afirma, no se quiere acordar de lo que debe.

Nada debe.

«Vaig néixer en aquest barri de Plus Ultra, que abans de rebre el seu nom es deia Cases Noves. Estaven rodejats d’extensions quilomètriques de camps de conreu, i cadascun treballava pel seu compte», se acuerda, libre de deudas. «Vaig estudiar al col·legi Asilo [al lado del instituto Montjuïc, hoy Escola Bressol Municipal Collserola] i allà recordo que, un dia, durant la guerra, van venir uns policies per dir-nos que ens anéssim a casa perquè el dipòsit de Campsa estava a punt d’explotar ja que hi havien caigut unes bombes i s’havia fet foc.»

Le picaba la curiosidad y, para ser testigos de la explosión, subió a lo alto de la montaña de Montjuïc la pandilla de Francesc, que a veces se topaba con la cuadrilla del escritor Paco Candel (1925-2007), los mayores. Finalmente, no pasó nada.

«La nit del 18 de juliol del 36 van venir a casa uns homes que jo no coneixia. Vam xerrar llargament amb el meu pare, que era d’Esquerra Republicana de Catalunya, que tenia el casal davant el camp de futbol del Ibèria, i tinc al cap aquesta frase que els va dir el meu pare: “A mi no em doneu cap arma que jo no dispararé ningú”», reproduce. «En canvi, el meu avi sí que va anar a veure allò que estava passant a la barriada de Sants; es disparaven trets contra l’església on els capellans s’havien fet forts. Jo vaig perdre tres cosins germans al front.»

Durante los años de la guerra civil (1936-1939), la calle del Aviador Franco pasó a llamarse calle Francisco Ascaso, por el líder anarquista que murió en las jornadas revolucionarias de los primeros días.

«Una vegada va caure una bomba al costat de casa, als números 7 i 9 del carrer, i el meu pare va estar traient els morts; unes set persones van perdre la vida. Els avions franquistes buscaven la fàbrica de material de guerra de Can Barret i de Can Ferrero, on avui hi ha parcs.»

Acabada la contienda, Francesc hace la mili, se casa, se centra en un trabajo en la fábrica familiar de jabones Berenguer, en la calle Gayarre, que producía las pastillas Lagarto, para lavar la ropa («Transparente, suave, perfumado»). Posteriormente, la factoría se trasladaría a Santa Perpètua de Mogoda (Barcelona).

«La meva mare intercanviava pastilles de sabó per barres de pa, així ens en sortiren en aquells anys», dice.

En 1947, se fundó la asociación de vecinos de Plus Ultra. Francesc Boix, de la quinta del 48, fue elegido presidente de la entidad en 1950. Y hasta ahora, que sigue tirando del carro: «Tot se’m consulta».

En el 2000, Plus Ultra se incorpora al Plan Especial de Protección del Patrimonio Arquitectónico Histórico Artístico de la Ciudad de Barcelona en el Districte de Sants-Montjuïc.

«Va ser el Celler Peña [Aviador Franco, 15] el que va començar amb la trepitjada de raïms, i nosaltres ho vam convertir en una festa. Cada any venen totes les autoritats», expone.

El Celler Peña cerró definitivamente el 23 de junio del 2017 (anuncio colgado en las redes: «després de 90 anys de dedicació i servei a un barri que ha patit molts canvis amb el pas del temps, la Maria Peña, que fa més de 40 anys que encapçala el negoci familiar, posa fi a aquesta etapa»).

A veinte metros, se ha abierto el Celler La Marina.

Cuando Francesc Boix era un mozalbete, los comercios eran otros. Al lado de su casa había una tienda que vendía leche de cabra, y las cabras pastaban muy cerquita.

En el 2017, acabados de cumplir los 90 años, el presidente Francesc Boix mira los nuevos comercios de Plus Ultra, como la tienda de estética CutiCool: «Promoción jubiladas».

Black Friday.

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