El vecino de la Marina “J.” se encaramó a la ventana del baño, ventanilla de medio metro que da al patio de luces. Se arrojó al vacío.
Por suerte, sobrevivió.
“J.” no ha agrandado la lista que publica el Instituto de Estadística de Cataluña.
Según los últimos datos de 2022, unos cuatrocientos ciudadanos de la provincia de Barcelona decidieron quitarse la vida (el doble de hombres que de mujeres).
Desde 2005, cuando existen registros, ha habido un incremento paulatino de los suicidios.
Reto global
La Organización Mundial de la Salud (OMS) se fundó en 1948, justo después de la Segunda Guerra Mundial, y en su más de medio siglo de vida ha hecho frente a huracanes, inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas y pandemias, la última de ellas, la del coronavirus.
La OMS también combate un problema de salud pública invisibilizado o poco visible. El suicidio.
Los macrodatos dan escalofríos: en el mundo, cada año se quitan la vida unas ochocientas mil personas, según fuentes de la OMS, como si el genocidio de Ruanda se repitiera cada 365 días.
En España, cada año más de cuatro mil personas ponen fin a su existencia.
En Barcelona, en julio de 2024, dos hermanas mayores murieron por suicidio.
Los medios titularon así: «Dos hermanas se suicidan en Barcelona antes de ser desahuciadas», «Dos hermanas se suicidan la noche antes de ser desahuciadas por impago» y «Dos hermanas de 64 y 54 años se suicidan en Barcelona justo antes de su desahucio».
Según los profesionales consultados, los medios de comunicación hacen caso omiso de las recomendaciones para notificar a las muertes por este problema de salud mental.
Cada cierto tiempo, la OMS publica el manual «Prevención del suicidio: un recurso para profesionales de los medios de comunicación», del que se hace eco la American Foundation for Suicide Prevention, entre otras organizaciones nacionales.
Catorce puntos para una cobertura informativa «responsable».
Catorce puntos que no se cumplen.
Del punto 1: «Compartir el mensaje esperanzador de que el suicidio se puede prevenir».
Asociaciones locales
Después del Suicidio Asociación de Supervivientes (DSAS) es una organización creada en el 2012 «para generar un espacio para el acompañamiento y el apoyo al duelo de las personas supervivientes a la muerte por suicidio».
El portavoz y el responsable de los grupos de acompañamiento (grupos de ayuda mutua) se llama Carles Alastuey (Barcelona, 1962).
«Nosotros nos llamamos “supervivientes”, copiamos la terminología anglosajona. El survivor de los accidentes de tráfico es también el superviviente de las muertes por suicidio. Los miembros de la asociación han perdido a alguien a causa del suicidio», dice por teléfono Carlos, psicopedagogo, con una voz aflautada y que hace sombra.
Así, DSAS se nutre de supervivientes terapeutas, psicólogos, secretarios…
El logotipo de la entidad es un árbol: «[reconforta] encontrar un árbol para apoyarnos, descansar y recobrar fuerzas, para avanzar hacia la calma de una nueva vida».
«Piensa que cuando hablamos de luto, así en general, incluso los animales lo comparten, ellos también sufren una experiencia dolorosa de pérdida», afirma Carlos, que define el luto por suicidio como «adaptación psicobiológica» debido a una «pérdida de carácter traumático».
En el máximo nivel, este tipo de pérdida sería comparable con el trastorno de estrés postraumático sufrido por los soldados que vuelven de las guerras y que se empezó a diagnosticar en Estados Unidos, en los años sesenta, en pleno conflicto bélico de Vietnam. De hecho, el «síndrome de Vietnam» es el «profundo trauma que todavía perdura en el tiempo».
«En el caso de pérdidas por suicidio, las personas más cercanas pueden sufrir un choque postraumático, deben encajar el golpe, y aquí hay toda una serie de particularidades, una serie de secuencias psicológicas y personales: económicas, familiares y emocionales, entre otros.»
El sentimiento de culpa que genera al otro la muerte de alguien muy cercano se basa en la incomprensión por no haber sido capaz de continuar el enlace de la persona en vida. La culpabilización surte efecto en los que quedan.
Y aparecen las preguntas, machaconas: ¿por qué no me di cuenta antes? ¿Por qué no insistí más en ello? ¿Cómo no lo llevé al médico? ¿Por qué no supe?…
La teoría de la suicidología estudiada por el doctor Edwin S. Shneidman (Autopsy of a Suicidal Mind).
Lo explica Carlos: «La cultura occidental entiende el duelo como un proceso mediante el cual tienes que pasar página. Pero puede llegar a ser un “concepto inmoral” en lo que se refiere a la relación cariñosa. Ordinariamente, el duelo dura meses o un año… En el caso de suicidio, el duelo es más complejo porque se alarga en el tiempo o es para siempre, lo que puede marcar tu vida».
La psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross (Una luz que se apaga) dividió en cinco fases el proceso de duelo: la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación.
El duelo por suicidio no se adapta a esta segmentación.
«En el duelo por suicidio hablamos de períodos, del paso del tiempo, de una montaña rusa o de círculos concéntricos. Hablamos de etapas que, en ocasiones, no desaparecen», explica Carles, vicepresidente de DSAS, y añade: «Hablamos de un proceso vital que nos acompañará durante toda la vida. Convivir con la ausencia, lo que se vive con intensidad extrema. Así que muchas personas que pasan por la asociación están asimismo en riesgo de conducta suicida, porque es una experiencia difícil que se vive desde la desautorización, con emociones tóxicas».

Más preguntas:
¿Por qué no pudimos evitarlo?
El entorno de quienes acompañan a la persona que muere por suicidio también está muy enfadado.
¿Por qué me dejas ese marrón si te quería? ¿Cómo me haces esto si yo tenía un proyecto compartido? ¿Y ahora qué haré yo?
«Es difícil encontrar una explicación lógica a tan desconocida muerte. Cuesta pensar que una persona con la que convives tenga estas ideas y conductas y que no las haya expresado abiertamente. Necesitamos tener un hilo narrativo que explique nuestra vida.»
Por eso hay que huir de las respuestas simples.
«En el caso de esas dos hermanas que en Barcelona se suicidaron, en julio de 2024, debemos ser prudentes. No sabemos si la problemática de exclusión social está detrás de estas muertes. Porque entonces todo sería muy sencillo: si no hay desahucios, no hay suicidios. Y no es así. ¿Qué pasaba antes en esa casa? No lo sabemos», concluye.
Jesús Martínez
112 Emergencias
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