Las olvidadas fuentes de Montjuïc

La Font del Gat del siglo XIX ilustrada por Lola Anglada.

Rafael Ochoa

El agua potable es un bien cada vez más escaso y un derecho universal para los seres vivos. En la montaña de Montjuïc existieron muchas fuentes naturales, incluso un acueducto trasladaba el agua desde Montjuïc al convento de Sant Pau con canalizaciones subterráneas a los pies de la montaña. De las fuentes de Montjuïc se captaba agua del Torrent dels Tarongers, según autores como Jorba (1589), Pujades (1831) y de la Peña (1709). También se suministraba agua de boca a las fuentes de la Boqueria. Fue en una época en que la Barcelona amurallada tenía problemas con los pozos de agua de boca, pues se contaminaban convirtiéndose en insalubres, así, el agua que aportaba Montjuïc, como el agua de la sierra de Collserola, aliviaron la escasez de agua potable de la ciudad.

En el siglo XIX, los días festivos, alrededor de las fuentes de la montaña, se celebraban “las fontadas”, donde los habitantes venían en familia a respirar aire puro lejos de la ciudad, bailar y disfrutar. Estas fontadas tienen su origen en la tradición de los devotos que subían a las ermitas en procesión (Sant Julià, Sant Ferriol, Sant Beltran o Santa Madrona). Después de la liturgia comían allí mismo. Con el tiempo, las familias dejaron de ir a pie o en tartana y se usó el tranvía y el metro, y esto atrajo a los merenderos que se instalaron al lado de las fuentes.

Las fontadas también las organizaban cenetistas, anarquistas, republicanos, etc. El baile más conocido era el Gurugú y las parejas bailaban al son de un piano de manubrio. Con el tiempo y la gran oferta de diversión en el Paralelo, las familias dejaron de acudir a la montaña, quedando las fuentes en el olvido.

Por eso, aquí vengo yo a rescatar el recuerdo de algunas:

Font Trovada o fuente de la Magnesia. Situaba al final del Torrent dels Tarongers tocando Nou de la Rambla (Conde del Asalto), desapareció con la ampliación de la Piscina Municipal de Barcelona con motivo de los juegos Olímpicos del 92.

Font de Vista Alegre. Estaba cerca de Font Trovada y el dueño prohibió los bailes para evitar broncas.

Font del Tir. Quedó dentro de El Club de Tiro al Pichón, hoy es un recinto cercado.

Font d’En Conna (también llamada del recreo), estaba al final de la calle Conde del Asalto era muy concurrida por los soldados del castillo que bajaban a bailar con las jóvenes mujeres que allí acudían, desapareció con la construcción del funicular.

Font dels Tres Pins. Era la más alta de la montaña y se hacían paellas, costilladas y mariscadas en los merenderos, también se celebraba el día de la sardina, con orquesta incluida; quedó dentro del vivero Tres Pins.

Font d’en Pessetes. Situada cerca de la Font de El Gat, cuentan que en 1848 un habitante encontró una olla llena de oro.

Font del Geperut. Posiblemente la conocida Font de la Cova, o también llamada la Font d’Ocua se hace referencia de ella en el año 959, quizás la primera documentada, con la mejor agua de la montaña; se situaba al final de la calle Poeta Cabanyes.

Font del Gat. En los jardines de Laribal.

Font de la Satàlia. Al final de la calle Margarit.

Font de la Guatlla. Hoy día es un barrio y hay un monumento en recuerdo de ella.

Font de la Mina. Situada al final de la calle Font Florida, sin agua.

Hay otras que están muy próximas a nosotros:

La Font de la Mamella. Ubicada entre el castillo y el cementerio.

La Font de l’Esparver. Se llegaba a ella por el Cami de l’Esparver al Pla del Gurugú, camino que conocía muy bien nuestro añorado Ramón Anglès. Otras  más cercanas como las fuentes de l’Ecce-homo, la Pedrera,  Can Tunis i Mare de Déu del Port, también aparecen en los documentos aunque no he encontrado sus relatos.  

El vecino Pedro Valverde Daza recuerda una fuente, subiendo Can Clos, que llamaban La Mina.  Trabajaba haciendo mantenimiento por la zona y reparaba fugas de agua de las tuberías en la montaña. Por ejemplo, una fuente dentro de una casa en “La Guatlla”, enfrente del pueblo español, llevaba filtrando agua desde 1920.  Explica también que la falta de lluvias y el trazado de las carreteras dirigen el agua a las alcantarillas, pero la impermeabilización impide y dificulta la porosidad de la montaña y con ello el fin de los manantiales de agua.

Volviendo al hilo del inicio, sería muy bueno que los “políticos, arquitectos y urbanistas” empezaran a pensar y a referenciarse en la conservación de un recurso tan básico y elemental.

Como ha hecho, por ejemplo, el movimiento “slow water’ impulsado por el arquitecto chino Kongjian. Habla de hacer “ciudades esponjas” a las grandes tormentas e inundaciones que se producen durante el año (para que el agua de boca no desaparezca como las fuentes de Montjuic), para aprovechar este recurso natural de vida… ¡El Agua!

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