Retahílas. Son niñas, no adultas

La noticia que saltó a los medios el pasado mes de mayo sobre una menor tutelada por la Generalitat de Catalunya que ha sufrido reiteradas violaciones desde los doce años me impactó como una bofetada. Es un tremendo fallo del sistema al que no se le ha otorgado el protagonismo que merece y hace que me plantee múltiples cuestiones.

El caso ha destapado toda una red de pederastia liderada por este monstruo al que llaman, por cierto, «el Pelicot catalán» y no entiendo por qué. Lo que le pasó a Gisèle es terrible, sin duda, pero al menos ella es adulta.

Las menores tuteladas son vulnerables, están muy necesitadas de cariño y hacen cualquier cosa para conseguir que alguien les preste atención. Pueden confundir con amor acciones que no lo son en absoluto.

Cuando se muestra a la víctima como adulta —al fin y al cabo ese es el objetivo de compararla con Gisèle— se tiende a culpabilizarla y a restarle relevancia al suceso. «Ella se lo ha buscado» es la idea que se transmite. ¿Pero cómo podemos obviar tan a la ligera la edad de estas criaturas?

Si para una mujer hecha y derecha es difícil detectar a un depredador sexual y defenderse de él, imaginad lo que es para una muchacha sin la madurez necesaria ni las herramientas psicológicas adecuadas. Y lo que es más importante: sin referentes adultos en los que confiar.

También me pregunto cómo, cuándo y dónde se producen estas agresiones sexuales. ¿Acaso entran y salen solas del centro sin supervisión alguna? ¿Qué clase de protección a la infancia es esta? No hallo respuestas pero siento vergüenza ajena, tristeza y una enorme impotencia.

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