Descubrí el caso Nevenka gracias a la película Soy Nevenka, dirigida por Icíar Bollaín, basada en el libro Hay algo que no es como me dicen de Juan José Millás, y me impactó.
Nevenka Fernández fue concejala en el Ayuntamiento de Ponferrada hace veinticinco años y mantuvo un breve idilio con su alcalde, Ismael Álvarez. Cuando decidió romper la relación, él empezó a hacerle la vida imposible. El acoso era sexual y laboral. La sometió a tal hostigamiento que acabó en urgencias tras sufrir un ataque de ansiedad. Necesitó meses de terapia y tratamiento psiquiátrico para atreverse a hacer pública su dimisión en una rueda de prensa.
Fue la primera española en presentar una demanda judicial contra un cargo político. Lo positivo es que ganó el juicio y sentó un precedente; lo negativo es que pagó un alto precio. Jamás pudo volver a trabajar en Ponferrada y se vio obligada a abandonar el país.
Tres cosas llaman poderosamente mi atención: que ni un solo compañero o compañera de partido apoyó a Nevenka; que incluso su entorno cercano le dio la espalda; y el interrogatorio al que la sometió el fiscal durante el juicio —muy similar, por cierto, al del fiscal que interrogó a Elisa Mouilaá en «el caso Errejón»—. Hasta el juez tuvo que recordarle que ella no era la acusada.
Por desgracia, el mundo está lleno de Nevenkas. ¿Quién no conoce a alguna? Yo misma lo fui —a menor escala, eso sí— y conozco a muchas otras que también lo han sido alguna vez. La única diferencia radica en que cuando no ocupas un cargo público y no denuncias a tu acosador todo queda en el anonimato.
Mar Montilla